jueves, 14 de abril de 2011

Usos de los grafemas "k", "c", "s" y "z"

ORTOGRAFÍA DEL ESPAÑOL

APORTE DE LA PROFESORA MARTHA LABADIE

Notas orientadoras sobre el uso del grafema

1) Los verbos terminados en -cir, cer se escriben con “c”
Ejemplos: aducir, conducir, decir, esparcir, resarcir, lucir, fruncir, bendecir, parecer, perecer.
Excepción: asir, ser, coser, (con aguja e hilo), toser.

2) Se escribe “c” en la terminación -ción de palabras que provienen de adjetivos
terminados en –to o -do.
Ejemplos: corrupción (de corrupto), revolución (de revuelto), afección (de
afecto), atención (de atento), ocupación (de ocupado), situación (de
situado.
Por regla general, se escribirá -cc – cuando en alguna palabra de la familia léxica aparezca el grupo –ct-
Ejemplos: adicción, (adicto), reducción (reducto), dirección (director.
Hay, sin embargo, palabras que se escriben con –cc- a pesar de no tener ninguna
palabra de su familia con el grupo –ct-
Ejemplos: succión, cocción, confección, fricción, etc.
Otras muchas palabras de este grupo, que no tienen –ct- sino –t- en su familia
léxica, se escriben con una sola “c”.
Ejemplos: discreción (por relación con discreto), secreción (con secreto), relación (con relato), etc.
Hay que destacar la diferencia entre adición y adicción. Adición significa suma y adicción hábito y consumo de ciertas sustancias tóxicas.

3.- Se escriben con “c” las palabras derivadas de otras que tengan –t- en la sílaba
correspondiente.
Ejemplos: gracia (de grato), presencia (de presente), egipcio (de Egipto), acción
(de acto), parcial (de parte), indigencia (de indigente).

4.- Los derivados de los verbos perder, medir, fundir, atender, expedir, rendir.
Ejemplos: perdición, medición, fundición, atención, expedición, rendición.

5.- La terminación –acia- de nombres, se escribe con “c”.
Ejemplos: acacia, aristocracia, democracia, desgracia, falacia, farmacia.
Excepciones: Asia, Anastasia, idiosincrasia, gimnasia.

5.- La terminación –áceo / a, de adjetivos, se escribe con “c”
Ejemplos: grisáceo, rosáceo, herbáceo, lilácea.

6.- Las terminaciones de diminutivos -cito /a, -cillo /a, - cico/a, -ecito/a, -ecillo/a,
-ecico/a , cecito/a, cecillo/a, cecico/a, llevan siempre “c”.
Ejemplos: padrecito, florecilla, briboncico, piececito, pececillo, lucecita.
Observación: algunos diminutivos que tienen –s- como Andresito, Jesusito, cipre-
sito, adiosito, Inesita, japonesito, Luisito no constituyen excepciones de esta
regla, ya que la terminación agregada no es –cito/a, sino ito/a. La “s” en todos los
casos es la letra final de la palabra a la que se disminuye. Así Andrés + ito, Inés +
ita, etc. Otros casos de aparente alteración de la norma tienen la misma explica-
ción: la “s” no pertenece al sufijo diminutivo, sino que forma parte de la palabra
básica. Así calesita (calesa + ita), sorpresita (sorpresa + ita).


7.- Llevan “c” las terminaciones –ancio, -ancia y –encia de algunos sustantivos.
Ejemplos: cansancio, prestancia, constancia, fragancia, dependencia, docencia.
Excepciones: ansia y hortensia.

8.- Se escriben con “c” los verbos terminados en –ciar.
Ejemplos: diferenciar, agenciar, conferenciar, propiciar, vaciar, reverenciar.
Excepciones: extasiar, ansiar y lisiar.

9.- La terminación –ces del plural de las palabras terminadas en “z” se escribe con
“c”.
Ejemplos: raíces (de raíz), matices (de matiz), luces (de luz), cruces (de cruz),
locuaces ( de locuaz), veraces (de veraz).

10.- Llevan “c” antes de la vocal “e” las formas correspondientes a los verbos cuyo
infinitivo termina en –zar.
Ejemplos: organicé (de organizar), comencemos (de comenzar), cacé (de cazar),
trences ( de trenzar), analicen (de analizar), lance (de lanzar).

11.- Voces que presentan terminaciones -icia, -icie, -icio. Ejemplos: tolerancia,
avaricia, ficticio, planicie.

12.- Con los prefijos deci-, centi-, circun-, cis-. Ejemplos: decigramo, centímetro,
circunnavegación, circunstancia, cisplatino


El uso del grafema

Se escriben con :
 algunas voces procedentes de otras lenguas: káiser, kamikaze. karaoke, kiwi.
 las palabras que comienzan por el prefijo kilo- (mil): kilómetro, kilovatio, kilogramo.

El uso del grafema

El grafema no se escribe solo en español, sino en un grupo grafemático en
el que el grafema no se corresponde con ningún fonema. Este grupo grafemáti-
co representa el fonema ante /e/ /i/.
Se escriben con :
 las palabras que tienen el fonema /k/ ante : queso, querer. química, quizá.
 algunas palabras científicas extranjeras o voces latinas. En estos casos sí se pronuncia la :squash, quórum, quark.

El uso del grafema

 palabras derivadas del sufijo –azo (golpe) Ejemplos: martillazo, portazo, puñetazo.
 los aumentativos –azo, -aza. Ejemplos: amigazo, manaza.
 palabras con las terminaciones –anza, -azgo, -ez, -eza, -az.
Ejemplos: esperanza, liderazgo, timidez, corteza, pertinaz.

 derivados con sufijos ezno, izar, izo.
Ejemplos: lobezno, jerarquizar, antojadizo.

 algunas voces de los verbos terminados en: -acer (renazco, nazco); -ocer (reconozco, conozco); -ucir (reduzco, luzco).







Usos de la “z”

Como consecuencia del seseo, para nosotros tiene idéntico sonido que la “s”

1.- Se escribe con “z” la terminación –azo/a, que forma palabras aumentativas.
(utilizadas no sólo para indicar mayor tamaño, sino también en sentido ponderativo
o de alabanza).
Ejemplos: hombrazo, cuerpazo cochazo, librazo, guapaza, mujeraza, noviaza.

2.- También la terminación –azo con el significado de “golpe” , de “rapidez”, de
“ brevedad”. Lo expresa de una manera más elocuente o pintoresca que con los
términos propios.
Ejemplos: manotazo, garrotazo, botellazo, puñetazo, portazo, codazo, mazazo.

3.-Los sufijos diminutivos y a veces despectivos: -zuelo/a ; - ezno/a siempre llevan “z”
Ejemplos: reyezuelo, jovenzuelo, mozuela, plazuela, lobezno, osezno, viborezna,

4.- Las terminaciones de adjetivos patronímicos: -az; -ez; -iz; -oz; -uz, que son
apellidos españoles se escriben con “z”. (la terminación –ez es la más común)
Ejemplos: Bonifaz (hijo de Bonifacio)
Álvarez (hijo de Álvaro) Patronímicos
Ruiz (hijo de Ruy
Muñoz (hijo de Muiño)
Bonifaz, Ferraz, Alcaraz, Álvarez, Hernández, López, Pérez, Diéguez, Martínez,
González, Velázquez, Ruiz, Alaniz, Muñoz,, Kairuz.

Observación: a) algunos apellidos españoles que terminan en: -as; -es; -is; -os; -us no
son patronímicos: Casas. Rosas, Cortés, Valdés, Vives, Puentes,
Torres, Hoyos, etc.
b) También se encuentran patronímicos con “s” final, que son de origen
portugués y no español : Pres, Lopes, Gomes.

5-Llevan “z” las terminaciones –ez y –eza de los sustantivos abstractos.
Ejemplos: escasez, tirantez, niñez, honradez, ligereza, justeza, aspereza.

6.- Lleva “z” la terminación –azgo de algunos sustantivos:
Ejemplos: mayorazgo, almirantazgo( alto tribunal o consejo de la armada, conjunto
de almirantes, etc.), hallazgo, noviazgo.
Excepciones: rasgo, trasgo,(duende, espíritu enredador), pelasgo (natural de la
Grecia antigua.

7.- Excepcionalmente se usa “z” ante “e” o “i”.
Ejemplos: zig-zag, zégel, enzima, Ezequiel, Zenón, Zebedeo

8.- Palabras con doble grafía: zinc o cinc; zeugma o ceugma; azimut o acimut.



Siguen las notas orientadoras sobre el uso de la “z

9)Se escriben con –zc , la primera persona del singular del presente de indicativo y todo el presente de subjuntivo de los verbos irregulares terminados en –acer, (menos hacer y sus derivados), -ecer, -ocer, (menos cocer y sus derivados), y
-ucir.
Ejemplos: nazco, abastezco, reconozcamos, produzca.

10) Se escriben con “z” final las palabras cuyo plural termina en –ces.
Ejemplos: vejez / vejeces; lux / luces; lombriz / lombrices.


Usos de la “s”


1.- Llevan “s” las sílabas: tras, des, dis.
Ejemplos: traslado, contraste, desvelo, desliz, distraer, disco.

2.- Se escribe con “s” la terminación –sivo / a de los adjetivos.
Ejemplos: agresiva , abusivo, decisivo, pasivo, compasivo, expresiva, desaprensiva,
posesiva.
Excepción: nocivo (dañoso, perjudicial)


3.- Terminaciones –ense; -és de los genticilicios llevan siempre “s”
Ejemplos: hidalguense, parisiense, bonaerense, cordobés, barcelonés, inglés.
Excepción: vascuence (lengua del País Vasco). Los gentilicios son vasco y vascon-
gado.

4.-Lleva “s” la terminación –sión de los sustantivos que proceden de adjetivos termina-
dos en –so, -sor, -sible, y –sivo.
Ejemplos: sumisión ( de sumiso): transmisión (de trasmisor), posesión (de posesivo),
lesión (de lesivo), extensión (de extensible), visión (de visible).

5.- Se escriben con “s” las terminaciones: -oso/a; de adjetivos :
Ejemplos: precioso, jugoso, amoroso, gracioso, juiciosa, hermosa, virtuosa.

6.- La terminación –ísimo/a., propia de adjetivos en grado superlativo lleva siempre “s”
Ejemplos: grandísimo, fortísimo, guapísimo, finísima, levísima, altísima.

7.- La terminación –ismo, generalmente de nombres, siempre lleva “s”
Ejemplo: periodismo, mexicanismo, nacionalismo, altruismo, romanticismo.

8.- La terminación –ésimo/a de adjetivos se escribe con “s”.
Ejemplos: pésimo, vigésimo, centésimo, cuadragésima, nonagésima, millonésima.
Excepción: El adjetivo numeral décimo/a y sus compuestos: undécimo, duodécimo,
tredécimo, etc.

9.- La terminación –ista, de nombre o adjetivos se escribe con “s”
Ejemplos: artista, futurista, vanguardista, revista, modista, recepcionista.




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Usos de los grafemas: "g", "J" y "h"; "c","s", "z", "q" y "k"

Grafema

Se escriben con :
 los verbos terminados en: -ger, -gir : proteger, recoger, fingir, dirigir, exigir. Excepciones: tejer y crujir.
 las palabras que comienzan por geo- (tierra): geología, geografía, geometría.
 las palabras que contienen las sílabas legi, legis, legia, legir, legio al comienzo o en el interior de la palabra: legislativo, legible, elegir, privilegio, colegiado.
 las palabras que empiezan por gest- : gesto, gestión, gesticular.
 las palabras que tienen el fonema /g/ ante consonante: grito, grande, grupo, globo, regla, repugnancia, digno, signo, benigno, segmento.
 las palabras que terminan en: -geno, -gena, -genario, -gésimo, -gio,-gia, -ginoso: oxígeno, indígena, octogenario, trigésimo, colegio, regio, magia, vertiginoso. Excepciones: ajeno, ajena, berenjena.
 las palabras que terminan en: -logía, -gogia o gogía: arqueología, ecología, ideología, cronología, simbología, demagogia y pedagogía
 las que terminan en el elemento compositivo –algia, (dolor) :neuralgia, gastralgia.

Grafema

Se escriben con :

 las palabras que empiezan por aje-, eje- : ajedrez, ajetreo, ajeno, ejercicio, ejemplo, ejecutivo. Excepciones: agenda, agencia y sus derivados.
 los verbos terminados en –jear y todas sus formas verbales: callejear, canjear.

Grafema
El grafema no representa ningún fonema en la lengua española. Se mantiene en la escritura por razones históricas. Aparece siempre ante vocal: holgazán, humo. zanahoria, búho.
Se escriben con :
 los verbos haber, hacer, hallar, hablar, habitar y todas las formas de sus conjugaciones.
 las palabras que comienzan por hia-, hie-, hue- hui-: hiato, hierba, hiena, hierro, hueco, huelga, huella, huérfano, huerto, huevo, huir, huída.
 las palabras que contienen el diptongo ue tras una vocal: cacahuete, vihuela.
 las palabras que empiezan por: hidr-, hiper-, hipo-, hosp.- : hidratación, hidroeléctrico, hipermercado, hiperactividad, hipertensión, hipoteca, hipocresía, hospital, hospedar.
 las palabras que comienzan por: herm-, horm-, horr-, hum-, más vocal y sus derivados. Ejemplos: hermano, hermoso, hormiga, hormigón, horrible, humano, humor.
 las palabras compuestas con los prefijos:
hexa (seis), hexágono
hepta (siete) heptasílabo
hecto (cien) hectómetro
hemi (mitad) hemisferio, hemicidio..
hetero (otro) heterogéneo
homo (igual) homogéneo.
helio (sol) heliocéntrico




Notas orientadoras sobre el uso del grafema

1) Los verbos terminados en -cir, cer se escriben con “c”
Ejemplos: aducir, conducir, decir, esparcir, resarcir, lucir, fruncir, bendecir, parecer, perecer.
Excepción: asir, ser, coser, (con aguja e hilo), toser.

2) Se escribe “c” en la terminación -ción de palabras que provienen de adjetivos
terminados en –to o -do.
Ejemplos: corrupción (de corrupto), revolución (de revuelto), afección (de
afecto), atención (de atento), ocupación (de ocupado), situación (de
situado.
Por regla general, se escribirá -cc – cuando en alguna palabra de la familia léxica aparezca el grupo –ct-
Ejemplos: adicción, (adicto), reducción (reducto), dirección (director.
Hay, sin embargo, palabras que se escriben con –cc- a pesar de no tener ninguna
palabra de su familia con el grupo –ct-
Ejemplos: succión, cocción, confección, fricción, etc.
Otras muchas palabras de este grupo, que no tienen –ct- sino –t- en su familia
léxica, se escriben con una sola “c”.
Ejemplos: discreción (por relación con discreto), secreción (con secreto), relación (con relato), etc.
Hay que destacar la diferencia entre adición y adicción. Adición significa suma y adicción hábito y consumo de ciertas sustancias tóxicas.

3.- Se escriben con “c” las palabras derivadas de otras que tengan –t- en la sílaba
correspondiente.
Ejemplos: gracia (de grato), presencia (de presente), egipcio (de Egipto), acción
(de acto), parcial (de parte), indigencia (de indigente).

4.- Los derivados de los verbos perder, medir, fundir, atender, expedir, rendir.
Ejemplos: perdición, medición, fundición, atención, expedición, rendición.

5.- La terminación –acia- de nombres, se escribe con “c”.
Ejemplos: acacia, aristocracia, democracia, desgracia, falacia, farmacia.
Excepciones: Asia, Anastasia, idiosincrasia, gimnasia.

5.- La terminación –áceo / a, de adjetivos, se escribe con “c”
Ejemplos: grisáceo, rosáceo, herbáceo, lilácea.

6.- Las terminaciones de diminutivos -cito /a, -cillo /a, - cico/a, -ecito/a, -ecillo/a,
-ecico/a , cecito/a, cecillo/a, cecico/a, llevan siempre “c”.
Ejemplos: padrecito, florecilla, briboncico, piececito, pececillo, lucecita.
Observación: algunos diminutivos que tienen –s- como Andresito, Jesusito, cipre-
sito, adiosito, Inesita, japonesito, Luisito no constituyen excepciones de esta
regla, ya que la terminación agregada no es –cito/a, sino ito/a. La “s” en todos los
casos es la letra final de la palabra a la que se disminuye. Así Andrés + ito, Inés +
ita, etc. Otros casos de aparente alteración de la norma tienen la misma explica-
ción: la “s” no pertenece al sufijo diminutivo, sino que forma parte de la palabra
básica. Así calesita (calesa + ita), sorpresita (sorpresa + ita).


7.- Llevan “c” las terminaciones –ancio, -ancia y –encia de algunos sustantivos.
Ejemplos: cansancio, prestancia, constancia, fragancia, dependencia, docencia.
Excepciones: ansia y hortensia.

8.- Se escriben con “c” los verbos terminados en –ciar.
Ejemplos: diferenciar, agenciar, conferenciar, propiciar, vaciar, reverenciar.
Excepciones: extasiar, ansiar y lisiar.

9.- La terminación –ces del plural de las palabras terminadas en “z” se escribe con
“c”.
Ejemplos: raíces (de raíz), matices (de matiz), luces (de luz), cruces (de cruz),
locuaces ( de locuaz), veraces (de veraz).

10.- Llevan “c” antes de la vocal “e” las formas correspondientes a los verbos cuyo
infinitivo termina en –zar.
Ejemplos: organicé (de organizar), comencemos (de comenzar), cacé (de cazar),
trences ( de trenzar), analicen (de analizar), lance (de lanzar).

11.- Voces que presentan terminaciones -icia, -icie, -icio. Ejemplos: tolerancia,
avaricia, ficticio, planicie.

12.- Con los prefijos deci-, centi-, circun-, cis-. Ejemplos: decigramo, centímetro,
circunnavegación, circunstancia, cisplatino


El uso del grafema

Se escriben con :
 algunas voces procedentes de otras lenguas: káiser, kamikaze. karaoke, kiwi.
 las palabras que comienzan por el prefijo kilo- (mil): kilómetro, kilovatio, kilogramo.

El uso del grafema

El grafema no se escribe solo en español, sino en un grupo grafemático en
el que el grafema no se corresponde con ningún fonema. Este grupo grafemáti-
co representa el fonema ante /e/ /i/.
Se escriben con :
 las palabras que tienen el fonema /k/ ante : queso, querer. química, quizá.
 algunas palabras científicas extranjeras o voces latinas. En estos casos sí se pronuncia la :squash, quórum, quark.

El uso del grafema

 palabras derivadas del sufijo –azo (golpe) Ejemplos: martillazo, portazo, puñetazo.
 los aumentativos –azo, -aza. Ejemplos: amigazo, manaza.
 palabras con las terminaciones –anza, -azgo, -ez, -eza, -az.
Ejemplos: esperanza, liderazgo, timidez, corteza, pertinaz.

 derivados con sufijos ezno, izar, izo.
Ejemplos: lobezno, jerarquizar, antojadizo.

 algunas voces de los verbos terminados en: -acer (renazco, nazco); -ocer (reconozco, conozco); -ucir (reduzco, luzco).







Usos de la “z”

Como consecuencia del seseo, para nosotros tiene idéntico sonido que la “s”

1.- Se escribe con “z” la terminación –azo/a, que forma palabras aumentativas.
(utilizadas no sólo para indicar mayor tamaño, sino también en sentido ponderativo
o de alabanza).
Ejemplos: hombrazo, cuerpazo cochazo, librazo, guapaza, mujeraza, noviaza.

2.- También la terminación –azo con el significado de “golpe” , de “rapidez”, de
“ brevedad”. Lo expresa de una manera más elocuente o pintoresca que con los
términos propios.
Ejemplos: manotazo, garrotazo, botellazo, puñetazo, portazo, codazo, mazazo.

3.-Los sufijos diminutivos y a veces despectivos: -zuelo/a ; - ezno/a siempre llevan “z”
Ejemplos: reyezuelo, jovenzuelo, mozuela, plazuela, lobezno, osezno, viborezna,

4.- Las terminaciones de adjetivos patronímicos: -az; -ez; -iz; -oz; -uz, que son
apellidos españoles se escriben con “z”. (la terminación –ez es la más común)
Ejemplos: Bonifaz (hijo de Bonifacio)
Álvarez (hijo de Álvaro) Patronímicos
Ruiz (hijo de Ruy
Muñoz (hijo de Muiño)
Bonifaz, Ferraz, Alcaraz, Álvarez, Hernández, López, Pérez, Diéguez, Martínez,
González, Velázquez, Ruiz, Alaniz, Muñoz,, Kairuz.

Observación: a) algunos apellidos españoles que terminan en: -as; -es; -is; -os; -us no
son patronímicos: Casas. Rosas, Cortés, Valdés, Vives, Puentes,
Torres, Hoyos, etc.
b) También se encuentran patronímicos con “s” final, que son de origen
portugués y no español : Pres, Lopes, Gomes.

5-Llevan “z” las terminaciones –ez y –eza de los sustantivos abstractos.
Ejemplos: escasez, tirantez, niñez, honradez, ligereza, justeza, aspereza.

6.- Lleva “z” la terminación –azgo de algunos sustantivos:
Ejemplos: mayorazgo, almirantazgo( alto tribunal o consejo de la armada, conjunto
de almirantes, etc.), hallazgo, noviazgo.
Excepciones: rasgo, trasgo,(duende, espíritu enredador), pelasgo (natural de la
Grecia antigua.

7.- Excepcionalmente se usa “z” ante “e” o “i”.
Ejemplos: zig-zag, zégel, enzima, Ezequiel, Zenón, Zebedeo

8.- Palabras con doble grafía: zinc o cinc; zeugma o ceugma; azimut o acimut.



Siguen las notas orientadoras sobre el uso de la “z

9)Se escriben con –zc , la primera persona del singular del presente de indicativo y todo el presente de subjuntivo de los verbos irregulares terminados en –acer, (menos hacer y sus derivados), -ecer, -ocer, (menos cocer y sus derivados), y
-ucir.
Ejemplos: nazco, abastezco, reconozcamos, produzca.

10) Se escriben con “z” final las palabras cuyo plural termina en –ces.
Ejemplos: vejez / vejeces; lux / luces; lombriz / lombrices.


Usos de la “s”


1.- Llevan “s” las sílabas: tras, des, dis.
Ejemplos: traslado, contraste, desvelo, desliz, distraer, disco.

2.- Se escribe con “s” la terminación –sivo / a de los adjetivos.
Ejemplos: agresiva , abusivo, decisivo, pasivo, compasivo, expresiva, desaprensiva,
posesiva.
Excepción: nocivo (dañoso, perjudicial)


3.- Terminaciones –ense; -és de los genticilicios llevan siempre “s”
Ejemplos: hidalguense, parisiense, bonaerense, cordobés, barcelonés, inglés.
Excepción: vascuence (lengua del País Vasco). Los gentilicios son vasco y vascon-
gado.

4.-Lleva “s” la terminación –sión de los sustantivos que proceden de adjetivos termina-
dos en –so, -sor, -sible, y –sivo.
Ejemplos: sumisión ( de sumiso): transmisión (de trasmisor), posesión (de posesivo),
lesión (de lesivo), extensión (de extensible), visión (de visible).

5.- Se escriben con “s” las terminaciones: -oso/a; de adjetivos :
Ejemplos: precioso, jugoso, amoroso, gracioso, juiciosa, hermosa, virtuosa.

6.- La terminación –ísimo/a., propia de adjetivos en grado superlativo lleva siempre “s”
Ejemplos: grandísimo, fortísimo, guapísimo, finísima, levísima, altísima.

7.- La terminación –ismo, generalmente de nombres, siempre lleva “s”
Ejemplo: periodismo, mexicanismo, nacionalismo, altruismo, romanticismo.

8.- La terminación –ésimo/a de adjetivos se escribe con “s”.
Ejemplos: pésimo, vigésimo, centésimo, cuadragésima, nonagésima, millonésima.
Excepción: El adjetivo numeral décimo/a y sus compuestos: undécimo, duodécimo,
tredécimo, etc.

9.- La terminación –ista, de nombre o adjetivos se escribe con “s”
Ejemplos: artista, futurista, vanguardista, revista, modista, recepcionista.

jueves, 7 de abril de 2011

Acentuación

ACENTUACIÓN

El acento prosódico es la mayor intensidad con la que se pronuncia una sílaba dentro de una palabra aislada o un monosílabo dentro de su contexto fónico.
Dentro de una palabra, la sílaba sobre la que recae el acento prosódico o de intensidad es la sílaba tónica; la sílaba o sílabas pronunciadas con menor intensidad son las sílabas átonas.
El acento prosódico puede tener valor distintivo según la sílaba sobre la que recae. Por ejemplo: hábito / habito / habitó.
Para señalar la sílaba tónica de una palabra, el español emplea en ciertos casos el acento gráfico, llamado también tilde (´), signo colocado sobre la vocal de la sílaba tónica de la palabra según reglas bien establecidas.

Reglas generales de acentuación

Según el lugar que ocupe la sílaba tónica, se pueden distinguir cuatro clases de palabras:
a) Palabras agudas son las polisílabas cuya última sílaba es tónica. Ejemplos: reloj, balón, cantáis, catedral, París.
b) Palabras llanas o graves son aquellas cuya penúltima sílaba es tónica. Ejemplos: césped, cabello, estepa, sortijas, inútil.
c) Palabras esdrújulas son aquellas cuya antepenúltima sílaba es tónica. Ejemplos: sábado, helicóptero, cuídate, rápido, esdrújula.
d) Palabras sobreesdrújulas son aquellas en las que es tónica alguna de las sílabas anteriores a la antepenúltima. Ejemplos: dígamelo, cómetelo.
Para colocar correctamente el acento gráfico en las palabras es necesario seguir las
siguientes reglas generales de acentuación.

Las palabras agudas llevan tilde en la sílaba tónica cuando terminan en vocal, -n o –s. Ejemplos: consomé, está, alhelí, además.
Sin embargo, cuando la palabra aguda termina en –s precedida por otra consonante, no lleva acento gráfico. Ejemplos: robots, tictacs.
Las palabras agudas terminadas en y no llevan tilde. Ejemplos: virrey, convoy.

Las palabras llanas llevan acento gráfico en la sílaba tónica cuando terminan en consonante que no sea –n o –s. Ejemplos: ágil, árbol, álbum, Héctor.
No obstante, cuando la palabra llana termina en –s precedida de consonante, sí lleva tilde. Ejemplos: bíceps, fórceps, cómics.
Las palabras llanas terminadas en y deben llevar tilde. Ejemplos: póney, yóquey.

Las palabras esdrújulas y sobreesdrújulas siempre llevan tilde en la sílaba tónica. Ejemplos: indígena, teléfono, súbito, gánatela.

Diptongos.

Un diptongo es el conjunto de dos vocales que se pronuncian en una misma sílaba. A efectos ortográficos, para que haya diptongo debe darse una de estas dos situaciones:


a) Que se sucedan una vocal abierta (a, e, o) y una cerrada (i, u), o viceversa, siempre que la cerrada no sea tónica. En consecuencia, son diptongos las siguientes combinaciones: ai, au, ei, eu, oi, ou, ie, io, ua, ue, uo. Ejemplos: aire, causa, peine, Ceuta, oiga, viaje, ciego, quiosco, suave, fuerte, cuota.
b) Que se combinen dos vocales cerradas (i, u) distintas: ui, iu. Ejemplos: ruido, diurético, etc.

Acentuación gráfica de los diptongos

Las palabras con diptongo llevan tilde cuando lo exigen las reglas generales de la acentuación de las palabras agudas, llanas y esdrújulas. Ejemplos: bonsái, recién, amáis,
palabras agudas las tres, llevan acento gráfico por terminar en vocal, en –n y en –s, respectivamente; hidromiel, adecuar o carey no lo llevan, por terminar en –l, -r e –y; jesuita, vienen, puertas son palabras llanas que no llevan tilde, por acabar en vocal, -n y –s; huésped, llana terminada en –d, sí lo lleva; murciélago, cuáquero, jesuítico son palabras esdrújulas, y por eso llevan tilde.

Colocación del tilde en los diptongos

a) en los diptongos formados por una vocal abierta tónica ( a, e, o) y una cerrada átona (i, u) o viceversa, la tilde se coloca siempre sobre la vocal abierta. Ejemplos: adiós, después, marramáu, cambié, náutico, murciélago, Cáucaso.
b) En los diptongos formados por vocales cerradas, la tilde se coloca sobre la segunda vocal. Ejemplos: lingüístico, cuídate, benjuí, interviú.

Triptongos

Un triptongo es el conjunto de tres vocales que se pronuncian en una misma sílaba. Los triptongos están formados por una vocal abierta (a, e, o) que ocupa la posición intermedia entre dos vocales cerradas (i, u), ninguna de las cuales puede ser tónica. Ejemplos: amortiguáis, buey, despreciéis, miau.

Acentuación gráfica de los triptongos

Las palabras con triptongo se acentúan gráficamente siguiendo las reglas generales de las palabras agudas, llanas y esdrújulas. Ejemplos: limpiáis, averigüéis, frente a Paraguay, cacahuey.
Los triptongos llevan siempre la tilde sobre la vocal abierta. Ejemplos: apacigüéis, amortiguáis, despreciéis.

Hiatos

Un hiato es la secuencia de dos vocales que no se pronuncian dentro de una misma sílaba, sino que forman parte de sílabas, sino que forman parte de sílabas consecutivas. Ejemplos: te-a-tro, a-é-re-o, vi-gí-a, ve-o, sa-lí-as.
A efectos ortográficos, existen tres clases de hiatos, según el tipo de vocales que están en contacto:
a) Combinación de dos vocales iguales. Ejemplos: Saavedra, dehesa, chiita.
b) Vocal abierta + vocal abierta distintas. Ejemplos: caen, ahogo, teatro, meollo, héroe, coartada.
Aunque desde el punto de vista fonético el conjunto de dos vocales iguales o de dos vocales abiertas distintas se puede pronunciar como un diptongo más o menos consolidado, en lo que respecta a las reglas de acentuación gráfica siempre se trata de un hiato.
c) Vocal abierta átona + vocal cerrada tónica o viceversa. Ejemplos: caímos, día, aúllan, púa, reís, líe, reúnen .

Acentuación gráfica de los hiatos formados por dos vocales abiertas iguales o por dos vocales abiertas diferentes.

Las palabras que contienen este tipo de hiatos siguen las reglas generales de la acentuación gráfica de palabras agudas, llanas y esdrújulas, tanto si alguna de las vocales tónica como si ambas son átonas. Ejemplos en los que una de las dos vocales es tónica: caótico, bacalao, aldea, Jaén, toalla, león, poeta, zoólogo, poseer. Ejemplos en los que las dos vocales son átonas: acreedor, traerán, coordinar, línea, acarreador, arbóreo.

Acentuación gráfica de los hiatos formados por vocal abierta átona + vocal cerrada tónica o por vocal cerrada tónica + vocal abierta átona.

Todas las palabras con este tipo de hiatos llevan tilde, independientemente de que lo exijan o no las reglas generales de la acentuación ortográfica. Ejemplos: país, caía, raíz, Caín, reír, increíble, reía, oír, heroína, baúl, ataúd, desvarío, sonríe, mío, río, insinúan, dúo, elegíaco.
La h intercalada entre dos vocales no implica que estas formen un hiato. Tampoco impide que el hiato con h intercalada lleve tilde si es preciso. Ejemplos: vahído, ahínco, búho, rehúso, prohíben, ahúman, vehículo, turbohélice.

Acentuación gráfica de los monosílabos

Los monosílabos, es decir, las palabras que tienen una sílaba, por regla general
no llevan tilde. Ejemplo: fe, pie, sol , can, gran, vil, gris, da, ves, fui, ruin, bien, mal, no, un.
Constituyen una excepción a esta regla general los monosílabos que tienen tilde diacrítico.

Tilde diacrítico.

El tilde diacrítico es aquel que permite distinguir, por lo general, palabras pertenecientes a diferentes categorías gramaticales, que tienen, sin embargo, idéntica forma.
Por el tilde diacrítico se distinguen las palabras que se detallan a continuación.

Tilde diacrítico en monosílabos

Se distinguen por el tilde diacrítico las siguientes parejas de palabras monosílabas.
a) el /él
el: artículo masculino. Por ejemplo: El conductor paró de un frenazo el autobús.
él: pronombre personal. Por ejemplo: Me lo dijo él.

b) tu / tú
tu: posesivo. Por ejemplo: ¿Dónde has puesto tu abrigo?
tú: pronombre personal. Por ejemplo: Tú siempre dices la verdad.

c) mi / mí
mi: posesivo. Por ejemplo: Te invito a cenar en mi casa.
_ : sustantivo con el significado de “nota musical”. Por ejemplo: El mi ha sonado
desafinado
mí: pronombre personal. Por ejemplo: ¿Tienes algo para mí?

d) te / té
te: pronombre personal. Por ejemplo: Te he comprado un par de zapatos.
té: sustantivo, con el significado de “bebida”, “planta”u “hoja”. Por ejemplo: Toma
una taza de té.

e) mas / más
mas: conjunción adversativa. Por ejemplo: Quiso convencerlo, mas fue imposible
más: adverbio. Ejemplos:
Habla más alto.
Dos más dos son cuatro.

f) si / sí
si: conjunción. Ejemplos:
Si llueve, no saldremos.
Todavía no sé si iré.
¡Cómo no voy a conocerlo, si lo veo todos los días!
_ : sustantivo, con el significado de “nota musical”. Por ejemplo: Una composición
si bemol.
sí: adverbio de afirmación. Por ejemplo: Esta vez sí la habían invitado.
_ : pronombre personal. Por ejemplo: Solo habla de sí mismo.

g) de / dé
de: preposición. Por ejemplo. Un vestido de seda.
dé: forma del verbo dar. Ejemplos:
Espero que lo recaudado dé para hacerle un buen regalo.
Dé usted las gracias a su hermana.

h) se / sé
se: pronombre personal. Por ejemplo: se comió todo el pastel
sé: forma del verbo saber o del verbo ser. Ejemplos:
Yo no sé nada.
Sé benevolente con ellos, por favor.


Tilde diacrítico en los demostrativos.

Los demostrativos este, ese, aquel, con sus femeninos y plurales pueden llevar tilde cuando funcionan como pronombres. Ejemplos:

Ésos son tus regalos, no éstos.
Aquéllas ganaron el campeonato.
Mi casa es ésta

No llevarán tilde si determinan a un nombre. Ejemplos:

Las preguntas de aquel examen me parecieron muy interesantes.
El niño este no ha dejado de molestar en toda la tarde.

Solamente cuando se utilicen como pronombres y exista riesgo de ambigüedad se acentuarán obligatoriamente para evitarla. Existiría este riesgo en la siguiente oración:

Dijo que ésta mañana vendrá.
Dijo que esta mañana vendrá.

Con tilde ésta es el sujeto de la proposición subordinada; sin tilde, esta determina el nombre mañana.

Las formas neutras de los pronombres demostrativos, es decir, esto, eso, aquello, se escribirán siempre sin tilde. Ejemplos:

Esto no me gusta nada.
Nada de aquello era verdad.

Tilde diacrítico en los interrogativos y exclamativos.

Cuando reside en ellas el sentido interrogativo o exclamativo, las palabras adónde, cómo, cuál, cuán, cuándo, cuánto, dónde, qué y quién son tónicas y llevan tilde. Así sucede frecuentemente en oraciones interrogativas y exclamativas, Ejemplos:

¿Qué quieres?
¿Cuál es el motivo?
¿Quiénes son estos señores?
¿Cuándo llega el avión?
¡Qué buena idea has tenido!
¡Cuántos problemas por resolver!
¡Cómo llovía ayer!

También se escriben con tilde cuando introducen oraciones interrogativas o exclamativas indirectas. Ejemplos:

Cuando llegó, le preguntaron qué estaba haciendo allí.
Le explicó cuáles eran esos inconvenientes que habían surgido.
¿Qué no sabes dónde desemboca este río?
Comentó cuánto mejor sería resolver el problema cuanto antes.
Todos somos conscientes de qué duras circunstancias ha tenido que superar.





Otros casos de tilde diacrítico

a) sólo / solo
La palabra solo puede funcionar como adjetivo o como adverbio. Ejemplos:

A Tomás le gusta estar solo.
Solo tomaremos fruta.

Cuando quien escribe perciba riesgo de ambigüedad, llevará acento ortográfico en uso adverbial. Ejemplos:

Pasaré solo este verano aquí, ( en soledad, sin compañía)
Pasaré sólo este verano aquí. (solamente, únicamente)

b) aun / aún

La palabra aún llevará tilde cuando se utiliza con el significado de “todavía”. Ejemplos:

Aún es joven.
No ha llegado aún.

En cambio, cuando equivale a hasta, también, incluso (o siquiera, con negación), se escribirá sin tilde. Ejemplos:
Aun los sordos habrán de oírme.
Todos los socios, aun los más conservadores, votaron a favor.
Ni aun él lo sabía.
Cuando aun forma parte de la locución conjuntiva aun ç cuando, se escribe sin tilde. Por ejemplo:
Aun cuando lo pidiera, no le harían caso.

Acentuación de palabras compuestas.

A efectos de acentuación gráfica, las palabras compuestas se comportan como una sola palabra, y por tanto siguen las normas generales particulares ya definidas, con independencia de cómo se acentúen sus formantes por separado, Ejemplos:

busca + pies = buscapiés (palabra aguda terminada en –s)

así + mismo =asimismo (palabra llana terminada en vocal)

décimo + séptimo = decimoséptimo (palabra esdrújula)

Otros ejemplos: traspiés, veintidós, rioplatense, baloncesto, tiovivo, portalámparas….

Acentuación de adverbios en –mente

Los adverbios terminados en –mente constituyen una excepción a la regla general de palabras compuestas, ya que, en realidad, tienen dos acentos fónicos: uno en el adjetivo y otro en el elemento compositivo –mente. Por ello, el adverbio conserva el tilde en el lugar en que lo llevaba el adjetivo. Ejemplos: cortésmente, fácilmente, tímidamente, plácidamente; pero buenamente, decorosamente, fielmente, soberanamente.

Palabras compuestas con guion

En los compuestos de dos o más adjetivos unidos con guion, cada elemento conservará la acentuación fonética y ortográfica que le corresponde. Ejemplos: hispano-belga, franco-alemán, histórico-crítico-bibliográfico.

Acentuación de formas verbales con pronombres enclíticos

Las formas verbales con pronombres enclíticos llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuación. Ejemplos: cayose, pidiole, estate (casos de palabras llanas terminadas en vocal; mírame, dámelo, antójasele, habiéndosenos (casos de palabras esdrújulas y sobresdrújulas). Las palabras de este tipo que ya no funcionan como verbos, así como las compuestas por verbo más pronombre enclítico más complemento, siguen también, en cuanto al uso del tilde, las normas generales. Ejemplo: acabose, sabelotodo, metomentodo.

Acentuación de voces y expresiones latinas

Las voces y expresiones latinas usadas en nuestra lengua se acentuarán gráficamente de acuerdo con las reglas generales del español. Ejemplos: tránseat, ítem, accésit, memorándum, exequátur, alma máter.

Acentuación de palabras de otras lenguas

En las palabras de otras lenguas que, por su falta de adaptación a la nuestra, escribimos en letra cursiva o entre comillas, así como en los nombres propios originales de tales lenguas, no se utilizará ningún acento que no exista en el idioma a que pertenecen. Ejemplos: catering, Aribau, Windsor.

Si se trata de voces ya incorporadas a nuestra lengua o adaptadas completamente a su pronunciación y escritura, habrán de llevar tilde cuando lo exija la acentuación del español. Ejemplos, búnker, París, Támesis.

Acentuación de letras mayúsculas

Las mayúsculas llevan tilde si les corresponde según las reglas dadas. Ejemplos: África, Perú, Bogotá. La Academia nunca ha establecido una norma en sentido contrario.

lunes, 4 de abril de 2011

Cómo nace un escritor

Anécdotas de cómo Roald Dahl se hizo escritor:

RACHA DE SUERTE

CÓMO ME HICE ESCRITOR

Selección de fragmentos:


Un escritor de ficciones es una persona que inventa historias.

Pero, ¿cómo empieza uno en una profesión semejante? ¿Cómo se convierte uno en un escritor profesional?

A Charles Dickens le resultó fácil. A los veinticuatro años de edad sencillamente se sentó y escribió los Papeles póstumos del Club Pickwick, que se convirtió inmediatamente en un «best-seller». Pero Dickens era un genio y los genios son diferentes del resto de nosotros.

En este siglo (no siempre era así en el siglo pasado) prácticamente todos los escritores que han acabado por alcanzar el éxito en el mundo de la ficción han empezado en otro oficio: maestro, quizás, o médico o periodista o abogado. (Alicia en el país de las maravillas la escribió un matemático y el Viento en los sauces es obra de un funcionario del estado.) Así, pues, los primeros intentos de escribir siempre han tenido que hacerse en los ratos libres, generalmente por la noche.

La razón de ello es obvia. Cuando se es adulto, es necesario ganarse la vida. Para ganarse la vida, hay que tener un empleo. A ser posible hay que encontrar un empleo que te garantice determinada suma de dinero a la semana. Pero, por mucho que desees hacer carrera en el campo de la ficción, sería inútil presentarse ante un editor y decirle: «Quiero un empleo de escritor de ficción.» Si lo hicieras, el editor te diría que te largases con viento fresco y que primero escribieses el libro. Y aunque le presentases el libro terminado y a él le gustara tanto que deseara publicarlo, tampoco te daría un empleo. Te daría un adelanto de quizá quinientas libras, que más tarde recuperaría deduciéndolas de tus derechos de autor. (Los derechos de autor, por cierto, son el dinero que el escritor recibe del editor por cada ejemplar de su libro que se vende. El promedio de derechos de autor que cobra un escritor es el diez por ciento del precio de venta del libro en la librería.)

Es muy frecuente que el hombre que espera convertirse en escritor se pase dos años escribiendo en sus ratos libres…

Así que, como pueden ver, el aspirante a escritor de ficción invariablemente tiene que empezar en otro empleo. Si no lo hace, es casi seguro que pasará hambre.

He aquí algunas de las cualidades que debería poseer o tratar de adquirir si desea convertirse en escritor de ficción:

1. Debe tener una imaginación viva.

2. Debe ser capaz de escribir bien. Con eso quiero decir que debe ser capaz de hacer que una escena cobre vida en la mente del lector. No todo el mundo posee esta habilidad. Es un don que sencillamente se tiene o no se tiene.

3. Debe tener resistencia. Dicho de otro modo, debe ser capaz de seguir con lo que hace sin darse jamás por vencido, hora tras hora, día tras día, semana tras semana y mes tras mes.

4. Tiene que ser un perfeccionista. Eso quiere decir que nunca debe darse por satisfecho con lo que ha escrito hasta que lo haya reescrito una y otra vez, haciéndolo tan bien como le sea posible.

5. Debe poseer una gran autodisciplina. Trabaja usted a solas. Nadie le tiene empleado. Nadie le pondrá de patitas en la calle si no acude al trabajo y nadie le reñirá si hace usted el vago.

6. Es una gran ayuda tener mucho sentido del humor. Esto no es esencial cuando se escribe para adultos, pero es de vital importancia cuando se escribe para niños.

7. Debe tener cierto grado de humildad. El escritor que piense que su obra es maravillosa, lo pasará mal.


Permítanme que les cuente de qué modo yo mismo me colé por la puerta de atrás y me encontré en el mundo de la ficción.

A los ocho años de edad, en 1924, me mandaron a un internado situado en una ciudad que se llama Weston-super-Mare, en la costa sudoeste de Inglaterra. Aquéllos fueron días de horror, de disciplina feroz, de no hablar en los dormitorios, de no correr por los pasillos, de ninguna clase de dejadez, de nada de esto ni nada de lo otro, sólo reglas y más reglas que había que obedecer. Y el temor a la palmeta se cernía constantemente sobre nosotros, como el miedo a la muerte.

Aquella palmeta cruel regía nuestra vida. Nos pegaban por hablar en el dormitorio después de apagarse las luces, por hablar en clase, por no hacer bien los trabajos, por grabar nuestras iniciales en el pupitre, por saltar muros, por ir desaliñados, por tirar clips, por olvidarnos de cambiarnos los zapatos por la noche, por no colgar las prendas que nos poníamos para hacer deporte y, sobre todo, por causar la menor ofensa a cualquier maestro. Dicho de otro modo, nos pegaban por hacer todo lo que era natural que hicieran unos niños como nosotros.

Pero sólo una vez a la semana en aquella escuela, cada sábado por la mañana, cada hermosa y bendita mañana de sábado, todos los horrores desaparecían y durante dos horas gloriosas yo experimentaba algo muy próximo al éxtasis.
Por desgracia, esto no sucedió hasta que hube cumplido los diez años. Pero no importa. Permítanme que intente explicarles de qué se trataba.

Se trataba del ritual de los sábados por la mañana. Había cinco coches en total y en ellos se apelotonaba toda la plana mayor, compuesta por catorce maestros, incluyendo no sólo el director, sino también el rubicundo míster Pople. Momentos después se alejaban en medio de una nube de humo azul y un estruendo impresionante y no se detenían hasta llegar ante un «pub» que, si no recuerdo mal, se llamaba «El conde patilludo»... Allí permanecían hasta justo antes del almuerzo, bebiendo cuartillo tras cuartillo de cerveza fuerte.

Al cabo de un minuto de la partida de los maestros, oíamos que se abría la puerta principal, luego pasos en el patio y finalmente, en medio de un barullo de ropas holgadas, brazaletes tintineantes y pelo al viento, una mujer irrumpía en la sala gritando:
-¡Hola a todos! ¡Arriba esos ánimos! ¡Esto no es un funeral!
U otras palabras en tal sentido. Y la que de tal guisa entraba era mistress O'Connor.

La bendita y hermosa mistress O'Connor con su ropa estrafalaria y su pelo gris volando en todas direcciones. Tendría unos cincuenta años, cara caballuna y dientes largos y amarillos, pero a nosotros nos parecía hermosa. No pertenecía al personal de la escuela. La contrataban en alguna parte de la ciudad para que viniese los sábados por la mañana y nos vigilase durante dos horas y media mientras los maestros empinaban el codo en el «pub».
Pero mistress O'Connor no era una cuidadora de niños. Era nada menos que una maestra magnífica y muy dotada, estudiosa y amante de la literatura inglesa. Cada uno de nosotros estuvo con ella cada sábado por la mañana durante tres años (desde los diez años hasta abandonar la escuela) y durante ese tiempo abarcamos toda la historia de la literatura inglesa desde el año 597 de nuestra era hasta principios del siglo diecinueve.

A los novatos de la clase se les regalaba un libro delgado, de tapas azules, llamado sencillamente La tabla cronológica; contenía solamente seis páginas. Estas seis páginas las ocupaba una larguísima lista, en orden cronológico, de todos los grandes (y no tan grandes) hitos de la literatura inglesa, junto con las fechas correspondientes. Exactamente un centenar de los mismos fue elegido por mistress O'Connor, y nosotros, tras señalarlos en nuestros libros, nos los aprendíamos de memoria. He aquí unos cuantos de los que todavía me acuerdo:

A.C. 597 San Agustín desembarca en Thanet y trae el cristianismo a Inglaterra.
731 La Historia eclesiástica de Bede.
1215 Firma de la Carta Magna.
1399 La Visión de Piers Plowman de Langland.
1476 Claxton instala la primera imprenta en Westminster
1478 Los Cuentos de Canterbury de Chaucer.
1485 La Muerte de Arturo de Mallory.
1590 La Reina de las badas de Spenser.
1623 El primer folio de Shakespeare.
1667 El Paraíso perdido de Milton.
1668 Los Ensayos de Dryden.
1678 El Viaje del peregrino de Bunyan.
1711 El Espectador de Addison.
1719 Robinsón Crusoe de Defoe.
1726 Los Viajes de Gulliver de Swift.
1733 El Ensayo sobre el hombre de Pope.
1755 El Diccionario de Johnson.
1791 La Vida de Johnson de Boswell.
1833 Sartor Resartus de Carlyle.
1859 El Origen de las especies de Darwin.

Entonces mistress O'Connor elegía por turnos cada una de las obras escogidas y se pasaba dos horas y media de la mañana del sábado hablándonos de ella. De esta manera, al cabo de tres años, con aproximadamente treinta y seis sábados en cada año académico, había cubierto las cien obras escogidas.
¡Y qué divertido y maravilloso resultaba!

Y el resultado de todo ello, al menos para mí, fue que a los trece años de edad era perfectamente consciente del inmenso acervo literario acumulado en Inglaterra a lo largo de los siglos. También me convertí en lector ávido e insaciable de la buena literatura.
¡Mi querida y encantadora miss O'Connor! Quizá valiera la pena asistir a aquella espantosa escuela simplemente para experimentar el gozo de aquellos sábados por la mañana.

A los trece años dejé la escuela preparatoria y me enviaron, también como interno, a una de las famosas escuelas que en Inglaterra llaman «públicas». Desde luego, de públicas no tienen nada. Son extremadamente privadas y caras.

Los informes de final de trimestre que conservo de aquella escuela revisten cierto interés. He aquí unos cuantos de ellos, copiados palabra por palabra de los documentos originales:
Trimestre de verano, 1930 (edad: 14 años). Redacción. «Nunca he conocido un muchacho que de forma tan persistente escriba exactamente lo contrario de lo que quiere decir. Parece incapaz de ordenar sus pensamientos sobre el papel.»
Trimestre de Pascua, 1931 (edad: 15 años). Redacción. «Chapucero persistente. Vocabulario negligible, oraciones mal construidas. Me recuerda a un camello.»
Trimestre de verano, 1932 (edad: 16 años). Redacción. «Este muchacho es un discípulo indolente y analfabeto.» Trimestre de otoño, 1932 (edad: 17 años). Redacción. «Perezoso en todo momento. Ideas limitadas.» (Y debajo de éste, el futuro arzobispo de Canterbury había escrito con tinta roja: «Debe corregir los defectos que se indican en esta hoja».)
No es de extrañar que en aquel tiempo jamás se me metiera en la cabeza la idea de ser escritor.

Cuando dejé la escuela a la edad de dieciocho años, en 1934, rechacé la oferta de mi madre (mi padre murió cuando yo tenía tres años) de mandarme a la universidad.

Así, pues, acepté un empleo en lo que se denominaba el Departamento Oriental de la Shell Oil Company, donde me prometieron que, tras dos o tres años de preparación en Inglaterra, me enviarían a un país lejano.

Durante los dos años siguientes trabajé para la Shell en Tanzania; mi oficina central estaba en Dar es Salaam. Era una vida fantástica. El calor era intenso, pero, ¿a quién le importaba? Nuestra indumentaria consistía en pantalones cortos de color caqui, camisa con el cuello desabrochado y un salacot en la cabeza. Aprendí a hablar swahili. Viajaba hacia el interior del país, visitando minas de diamantes, plantaciones de sisal, minas de oro y todo lo demás.
Había jirafas, elefantes, cebras, leones y antílopes por todas partes, y también serpientes, incluyendo la mamba negra, que es la única serpiente del mundo que te persigue si te ve. Y si te atrapa y te pica, ya puedes empezar a rezar tus plegarias. Aprendí a volver las botas boca abajo y sacudirlas antes de ponérmelas por si había algún escorpión dentro y, al igual que todo quisque, pillé la malaria y me pasé tres días con más de cuarenta grados de temperatura.
En septiembre de 1939 se hizo evidente que iba a haber guerra con la Alemania de Hitler.

… Al día siguiente subí a mi viejo coche y me fui al norte, camino de Nairobi, en Kenia, para alistarme en la RAF. Fue un viaje duro y tardé cuatro días en llegar. Caminos accidentados en medio de la jungla, ríos caudalosos que obligaban a colocar el coche en una balsa que un hombre apostado en la orilla movía por medio de una soga, serpientes largas y verdes que cruzaban la carretera por delante del coche. (NOTA: No traten jamás de arrollar una serpiente, ya que puede ser arrojada por los aires y caer dentro de su coche descapotable. Ha ocurrido muchas veces.)

Yo mismo fui derribado a bordo de un «Gladiator» que se estrelló muy hacia el interior del desierto libio, entre las líneas enemigas. El aparato se incendió, pero conseguí salir de él y finalmente fui rescatado y devuelto a lugar seguro por nuestros propios soldados, que se arrastraron por la arena al amparo de la oscuridad.

A causa del incidente me pasé seis meses en un hospital de Alejandría con el cráneo fracturado y múltiples quemaduras.



En aquel punto las heridas que sufriera en la cabeza pudieron conmigo. Fuertes dolores de cabeza me impidieron seguir volando. Fui declarado inútil para el servicio activo y enviado de vuelta a Inglaterra


Me habían concedido un mes de permiso. De pronto un día me comunicaron que me habían destinado a Washington, la capital de los Estados Unidos, en calidad de agregado aéreo adjunto. Corría el mes de enero de 1942 y un mes antes los japoneses habían bombardeado la flota americana en Pearl Harbour. Así que ahora los Estados Unidos también estaban en guerra.



Tenía veintiséis años cuando llegué a Washington y todavía no se me había metido en la cabeza la idea de ser escritor.

Durante la mañana del tercer día después de mi llegada, me encontraba sentado en mi nuevo despacho de la embajada británica, preguntándome qué demonios se suponía que tenía que hacer, cuando llamaron a mi puerta.
—Adelante.
Un hombre muy bajito que usaba gafas de gruesos cristales y montura de acero entró tímidamente en la habitación.
—Perdone que le moleste —dijo.
—No me molesta en absoluto —contesté—. No estoy haciendo nada.
Se quedó de pie ante mí, con aspecto de sentirse muy incómodo y desplazado. Pensé que tal vez iba a pedirme un empleo.
—Me llamo Forester —dijo—. C. S. Forester.
Por poco me caigo de la silla.
-¿Bromea? —dije.
—No —contestó, sonriendo—. Ese soy yo.

Y lo era. Era el gran escritor en persona, el creador del capitán Hornblower y el mejor narrador de cuentos sobre el mar desde Joseph Conrad. Le dije que tomara asiento.

—Mire —dijo—, soy demasiado viejo para la guerra. Ahora vivo en este país. Lo único que puedo hacer para ayudar es escribir cosas acerca de Inglaterra para los periódicos y revistas americanos. Necesitamos toda la ayuda que América pueda prestarnos. Una revista llamada Saturday Evening Post publicará todas las historias que escriba yo. Tengo un contrato con ella. Y he venido a verle pensando que quizás tenga usted una buena historia que contarme. Me refiero a una historia sobre su experiencia como aviador.
—No más de la que podrían contarle miles de otros pilotos —dije—. Hay montones de pilotos que han derribado muchos más aviones que yo.
—No se trata de eso —dijo Forester—. Ahora está usted en América y, dado que, como dicen aquí, ha «estado en combate», es usted una rara avis en esta orilla del Atlántico. No olvide que ellos acaban de entrar en guerra.
—¿Qué quiere que haga? —pregunté.
—Venga a almorzar conmigo —dijo—. Y mientras comemos puede contármelo todo. Cuénteme su aventura más emocionante y yo la escribiré para el Saturday Evening Post. Todo ayuda.

Me sentía emocionado. Era la primera vez que hablaba con un escritor famoso. Le examiné atentamente mientras permaneció sentado en mi despacho. Lo que más asombrado me dejó fue que su aspecto resultara tan corriente. No había nada insólito en su persona. Su rostro, su conversación, sus ojos tras las gafas, incluso su atuendo eran de lo más normales. Y, pese a ello, me hallaba ante un escritor de historias que era famoso en todo el mundo. Sus libros los habían leído millones de personas. Yo esperaba que de su cabeza surgieran chispas o, al menos, que llevase una capa verde y larga y un sombrero deformado de anchas alas.

Pero no. Y fue entonces cuando por primera vez empecé a darme cuenta de que en un escritor que cultive la ficción hay dos vertientes claramente diferenciadas entre sí. En primer lugar, está la cara que muestra al público, la de una persona corriente como cualquier otra, una persona que hace cosas corrientes y habla un lenguaje corriente. En segundo lugar, está la vertiente secreta que aflora a la superficie sólo cuando ha cerrado la puerta de su estudio y se encuentra completamente solo. Es entonces cuando entra en un mundo totalmente distinto, un mundo en el que su imaginación se impone a todo lo demás y él se encuentra viviendo realmente en los lugares sobre los que escribe en aquel momento. Yo mismo, si quieren saberlo, caigo en una especie de trance y todo cuanto me rodea desaparece. Sólo veo la punta de mi lápiz moviéndose sobre el papel y muy a menudo pasan dos horas como si fueran un par de segundos.

—Venga conmigo —dijo C. S. Forester—. Vamos a almorzar. Por lo que veo, no tiene usted nada más que hacer.
Al salir de la embajada al lado de aquel gran hombre, me sentía agitadísimo. Había leído todas las novelas protagonizadas por Hornblower y casi todas las demás cosas que habría escrito Forester. Tenía, y sigo teniendo, una gran afición por los libros que tratan del mar. Había leído todos los de Conrad y todos los de aquel otro espléndido escritor del mar que fuera el capitán Marryat (El guardiamarina Easy, De grumete a almirante, etcétera), y he aquí que ahora estaba a punto de almorzar con alguien que, a mi juicio, era estupendo también.
Me llevó a un restaurante francés, pequeño y caro, que había cerca del Mayflower Hotel de Washington. Encargó un almuerzo suntuoso, luego sacó un cuaderno de notas y un lápiz (los bolígrafos aún no habían sido inventados en 1942) y los colocó sobre el mantel.
—Vamos a ver —dijo—, hábleme de la cosa más excitante, aterradora o peligrosa que le ocurrió cuando pilotaba aviones de caza.
Traté de empezar. Empecé a contarle lo de aquella vez que me habían derribado en el desierto occidental y el aparato se había incendiado.
La camarera nos trajo dos platos de salmón ahumado. Mientras tratábamos de comérnoslo, yo intentaba hablar y Forester intentaba tomar notas.
El plato principal consistía en pato asado con verduras y patatas y una salsa espesa y sabrosa. Era un plato que exigía toda la atención del comensal además de sus dos manos. Empecé a perder el hilo de mi propia narración. Cada dos por tres, Forester dejaba el lápiz para coger el tenedor y viceversa. Las cosas no iban bien. Y aparte de eso, nunca he tenido facilidad para contar historias en voz alta.
—Mire —dije—. Si quiere, trataré de escribir lo que me ocurrió y se lo mandaré. Luego usted podrá reescribirlo como es debido. ¿No le parece que así sería más fácil? Podría hacerlo esta misma noche.
Aquél, aunque no me di cuenta entonces, fue el momento que cambió mi vida.
—¡Espléndida idea! —dijo Forester—. Entonces ya puedo guardarme esta estúpida libreta y podemos disfrutar del almuerzo. ¿De veras no le importaría hacer eso por mí?
—No me importaría ni pizca —dije—. Pero no debe esperar que lo que escriba esté bien. Me limitaré a poner los hechos por escrito.

—No se preocupe —dijo—. Mientras escriba los hechos, yo podré escribir la historia. Pero por favor —añadió—, ponga muchos detalles. Eso es lo que cuenta en nuestra profesión, los detalles insignificantes, como, por ejemplo, que se le había roto el cordón del zapato izquierdo, o que una mosca se posó en el borde de su copa durante el almuerzo o que el hombre con quien estaba hablando tenía un diente partido. Trate de recordar todo lo que le sea posible.
—Haré lo que pueda —dije.

Me dio una dirección adonde podía mandar la historia y luego nos olvidamos del asunto y terminamos el almuerzo sin darnos prisa. Pero míster Forester no era un gran conversador. Ciertamente no sabía conversar tan bien como escribía y, aunque era amable y educado, de su cabeza no surgió ninguna chispa y lo mismo podría haber estado hablando con un inteligente abogado o corredor de bolsa.

Aquella noche, en la casita que ocupaba yo solo en un barrio periférico de Washington, me senté y escribí mi historia. Empecé alrededor de las siete y terminé a medianoche. Recuerdo que me tomé una copa de coñac portugués para darme ánimos. Por primera vez en mi vida quedé totalmente absorto en lo que estaba haciendo. Me remonté en el tiempo y una vez más me encontré en el abrasador desierto de Libia, con arena blanca bajo mis pies, subiendo a la cabina del viejo «Gladiator», sujetándome el cinturón de seguridad, poniendo el motor en marcha y disponiéndome a despegar. Resultaba pasmoso ver cómo todo volvía a mí con absoluta claridad. Trasladarlo al papel no fue difícil. La historia parecía contarse por sí sola y la mano que sostenía el lápiz se movía velozmente de un lado a otro del papel. Simplemente para divertirme, cuando terminé le puse título a la historia. La llamé «Pan comido».

Al día siguiente alguien de la embajada me la pasó a máquina y se la envié a míster Forester. Luego me olvidé por completo de ella.
Exactamente dos semanas después recibí la contestación del gran hombre. Decía:

Querido RD: Se suponía que me daría notas y no una historia acabada. Estoy desconcertado. Su narración es maravillosa. Es la obra de un escritor dotado. No he tocado ni una sola palabra. La envié inmediatamente, a nombre de usted, a mi agente, Harold Matson, pidiéndole que la ofreciera al Saturday Evening Post con mi recomendación personal. Le alegrará saber que el Post la aceptó inmediatamente y ha pagado mil dólares. La comisión de míster Matson es del diez por ciento. Le adjunto su cheque por el importe de novecientos dólares. Es todo suyo. Como verá por la carta de míster Matson, que también le adjunto, el Post pregunta si querrá usted escribir más historias para ellos. Yo espero que así sea. ¿Sabía que era usted escritor? Con mis mejores deseos y enhorabuenas, C. S. Forester.
«Pan comido» es la narración que cierra este libro.
«¡Caramba! —pensé—. ¡Válgame el cielo! ¡Novecientos dólares! ¡Y van a publicarla! Pero sin duda la cosa no puede ser tan fácil, ¿no?»
Por extraño que parezca, lo era.
La siguiente historia que escribí era pura ficción. La inventé yo mismo. No me pregunten por qué. Y míster Matson también la vendió. Allí en Washington, durante los dos años siguientes, trabajando en casa al volver del trabajo, escribí once relatos. Todos fueron vendidos a revistas americanas y más tarde aparecieron en un librito titulado Over to you.

A principios de aquel período también probé a escribir una historia para niños. Se titulaba «The gremlins» (duendecillos), y creo que fue la primera vez que se utilizaba dicha palabra. En mi historia los gremlins eran unos hombrecillos que vivían en los cazas y bombarderos de la RAF y eran ellos, no el enemigo, los responsables de todos los balazos, motores incendiados y derribos que sucedían durante los combates. Los gremlins tenían unas esposas llamadas fifinellas e hijos llamados widgets y, aunque la historia en sí dejaba ver claramente que era la obra de un escritor sin experiencia, fue adquirida por Walt Disney, que decidió transformarla en una película de dibujos animados de larga duración. Pero primero fue publicada en Cosmopolitan Magazine con las ilustraciones en color de Disney (diciembre de 1942) y a partir de aquel momento la noticia de los gremlins se extendió rápidamente por toda la RAF y las fuerzas aéreas de los Estados Unidos, de modo que los hombrecillos en cuestión se convirtieron en una especie de leyenda.
Debido a los gremlins me concedieron tres meses de permiso de mis obligaciones en la embajada de Washington y me fui corriendo a Hollywood. Allí me alojé a expensas de Disney en un lujoso hotel de Beverly Hills y se me proporcionó un automóvil grande y reluciente para ir de un lado a otro. Cada día trabajaba con el gran Disney en sus estudios de Burbank, bosquejando la trama de la película. Me lo pasé bomba. Por aquel entonces aún tenía veintiséis años solamente. Asistía a las conferencias que se celebraban en el inmenso despacho de Disney para tratar el argumento de la película. Cada palabra que se pronunciaba durante las mismas, cada sugerencia que se hacía, era anotada por una estenógrafa y pasada a máquina después. Me dedicaba a deambular por las salas donde trabajaban los animadores dotados y turbulentos, los hombres que ya habían creado Blancanieves, Dumbo, Bambi y otras películas maravillosas, y en aquel tiempo, mientras aquellos artistas locos hicieran su trabajo, a Disney no le importaba a qué hora se presentaban en el estudio ni cómo se portaban.
Al terminar mi permiso, regresé a Washington y los dejé trabajando en lo suyo.

Mi historia sobre los gremlins fue publicada como libro para niños en Nueva York y Londres, llena de ilustraciones en color de Disney y, por supuesto, bajo el título The Gremlins. Actualmente los ejemplares que existen de aquella edición son muy escasos y difíciles de encontrar. Yo mismo tengo solamente uno. La película, además, nunca llegó a terminarse. Tengo la impresión de que en realidad a Disney no acababa de gustarle aquella fantasía en concreto. Allí en Hollywood se encontraba muy lejos de la gran guerra aérea que se estaba librando en Europa. Además, era una historia sobre la Royal Air Force y no acerca de sus propios compatriotas y creo que eso aumentaba su perplejidad. De modo que acabó perdiendo interés por ella y dejó correr todo el asunto.

Mi librito sobre los gremlins fue la causa de que me sucediera otra cosa extraordinaria durante mi estancia en Washington en tiempo de guerra. Eleanor Roosevelt se lo leyó a sus nietos en la Casa Blanca y, por lo visto, se sintió muy impresionada. Recibí una invitación para cenar con ella y el presidente. Fui temblando de pies a cabeza a causa de los nervios. Pasamos una velada espléndida y volvieron a invitarme. Luego mistress Roosevelt empezó a invitarme a pasar los fines de semana en Hyde Park, la casa de campo del presidente. Allí, créanlo o no, pasé muchos ratos a solas con Franklin Roosevelt durante sus horas de asueto. Me sentaba mientras él preparaba los martinis antes del almuerzo del domingo y me decía cosas como:
—Acabo de recibir un telegrama interesante de míster Churchill.
Entonces me contaba lo que decía el mensaje, quizás algo sobre nuevos planes para bombardear Alemania o hundir submarinos y yo hacía todo lo posible para parecer tranquilo y despreocupado, aunque en realidad temblaba al pensar que el hombre más poderoso del mundo me estaba confiando aquellos tremendos secretos


De modo que ya lo saben. Así me hice escritor. De no haber tenido la suerte de conocer a míster Forester, probablemente nunca habría ocurrido.


Ahora, transcurridos más de treinta años, sigo afanándome en ello. Para mí lo más difícil e importante de escribir historias inventadas consiste en encontrar el argumento. Los argumentos buenos y originales son difíciles de encontrar. Nunca sabes cuándo una idea preciosa aparecerá súbitamente en tu cerebro, pero, ¡caramba!, cuando se presenta, la coges con las dos manos y no la sueltas por nada del mundo. El truco consiste en escribirla inmediatamente, de lo contrario se te olvidará. Un buen argumento es como un sueño. Si no escribes tu sueño al despertar, lo más probable es que lo olvides y nunca vuelvas a recordarlo.

Así que cuando una idea para una historia penetra en mi mente, voy corriendo a buscar un lápiz normal, o un lápiz de color, o una barrita de carmín, cualquier cosa que escriba, y anoto unas cuantas palabras que más tarde me recuerden la idea. Con frecuencia basta una sola palabra. 

Una vez iba solo en coche por una carretera rural y se me ocurrió la idea de una historia sobre alguien que se quedaba atascado en un ascensor entre dos pisos de una casa vacía. En el coche no tenía nada con que escribir. Así que paré el motor y me apeé. La parte posterior del coche estaba cubierta de polvo. Con un dedo escribí en el polvo una sola palabra: ASCENSOR. Con eso hubo suficiente. En cuanto llegué a casa me fui directamente a mi estudio y escribí la idea en una vieja libreta escolar de tapas rojas que lleva sólo el título de «Relatos».

Tengo esa libreta desde que hice los primeros intentos de escribir en serio. La libreta tiene noventa y ocho páginas. Las he contado. Y casi todas ellas aparecen llenas por ambas caras, llenas de esas ideas para una historia. Muchas de ellas no sirven. Pero prácticamente todas las historias y cuentos infantiles que he escrito empezaron en forma de nota de tres o cuatro líneas en ese volumen pequeño y gastado de tapas rojas. Por ejemplo:

[¿Qué tal una fábrica de chocolate que hace cosas fantásticas y maravillosas... dirigida por un loco?]

Esto se convirtió en Charlie y la fábrica de chocolate.

[Una historia sobre el señor Zorro, que tiene una completa red de túneles bajo tierra que conducen a todas las tiendas del pueblo. De noche sale de entre las tablas del suelo y se sirve de lo que le apetece.]

El fantástico señor Zorro.

[Jamaica y el chico que vio una tortuga gigantesca capturada por pescadores nativos. El chico ruega a su padre que compre la tortuga y la suelte. Se pone histérico. El padre la compra. Luego, ¿qué? Quizás el chico se va con la tortuga o se reúne con ella después.]

El chico que hablaba con los animales.

[Un hombre adquiere la habilidad de ver a través de los naipes. Gana millones en los casinos.]

Esto se convirtió en Henry Sugar.

A veces estas notas garrapateadas aprisa y corriendo se quedan sin utilizar en la libreta durante cinco e incluso diez años. Pero las que son prometedoras siempre acaban por ser utilizadas. Y si no demuestran nada más, creo que sí indican qué delgados son los hilos con que en última instancia se tejen los cuentos infantiles o las narraciones cortas. La historia crece y se ensancha a medida que la escribes. Las mejores partes de la misma se te ocurren ante el escritorio. Pero ni siquiera puedes empezar a escribir esa historia a menos que tengas los principios de un argumento. Sin mi libretita, me vería totalmente desamparado.